No hace falta hacer cosas extraordinarias para ser inversor. No es necesario tener mucho dinero ahorrado de antemano, ni tener una carrera de finanzas, de economía o haber cursado un MBA. Tampoco es necesario, en mi opinión, hacer uno de esos cursos online que cuestan cientos o incluso miles de euros, aunque sí es importante la formación continua. Esta se puede adquirir leyendo libros, consultando páginas web especializadas y suscribiéndose a revistas o boletines gratuitos. También se puede obtener información adicional siguiendo a algunos inversores en las redes sociales.
El principal objetivo para el inversor ha de ser conservar el capital y maximizar la rentabilidad de sus inversiones asumiendo para ello los riesgos asociados a las mismas en función de su perfil.
Normalmente tendrá unos objetivos financieros específicos, cada uno con su propio horizonte temporal, como comprar una casa, pagar la educación de sus hijos o ahorrar para la jubilación.
A la hora de fijar estos objetivos de inversión, debe tener en cuenta su edad, su situación patrimonial, su capacidad de ahorro, las aportaciones periódicas que podrá realizar, los impuestos a los que tendrá que hacer frente y, muy importante, su perfil de riesgo. Este perfil puede ser conservador, moderado o agresivo, en función del riesgo que esté dispuesto a asumir y de la rentabilidad que espera.
Una vez determinado su perfil de riesgo, elegirá una estrategia que le permita alcanzar esos objetivos en el horizonte temporal que se haya fijado. Esta estrategia incluirá la asignación de activos en los que invertir.
En cuanto a las cualidades de un buen inversor, hay que destacar la disciplina, la perseverancia, la paciencia y, sobre todo, la humildad. Además, debe estar dispuesto a aprender continuamente, intentando mantener la calma y controlando sus emociones ante las fluctuaciones del mercado.