Benjamin Graham, en el capítulo 4 de su famoso libro El Inversor Inteligente, diferencia entre dos tipos de inversores. El inversor defensivo y el inversor emprendedor.
Graham no considera que el rendimiento esperado por el inversor tenga que ser más o menos proporcional al nivel de riesgo que esté dispuesto a asumir. Él considera que la rentabilidad que se debe alcanzar dependerá del tipo de esfuerzo inteligente que el inversor esté dispuesto a, y sea capaz de, aportar.

El inversor defensivo o pasivo que desea seguridad con el mínimo esfuerzo y preocupación obtendría un menor rendimiento. Su método consiste en diseñar una cartera permanente que funcione en piloto automático y que le requiera el mínimo esfuerzo (aunque le genere muy poca emoción1).
El inversor emprendedor o activo que aplica la máxima inteligencia y capacidad se vería recompensado con una mayor rentabilidad. Su actividad consiste en investigar, seleccionar y supervisar continuamente la evolución de los activos que componen su cartera.
En función de estos dos estilos un inversor puede elegir distintos activos (acciones, obligaciones, fondos de inversión), en distintas proporciones y con distintos riesgos asociados, que determinarán que la cartera sea más defensiva o más agresiva.

Como explica Jason Zweig, en su comentario al capítulo 4, al diseñar la cartera es importante conocerse a uno mismo para saber qué estilo de inversión elegir. Como ayuda propone hacerse preguntas como estas:
- ¿De cuánto tiempo dispongo para dedicarme a mis inversiones?
- ¿Me gustan los desafíos complejos?
- ¿Pienso como un aficionado a los deportes?
- ¿Siempre estoy agobiado?
- ¿Deseo la sencillez?
- ¿No me gusta pensar en el dinero?
Si respondes afirmativamente a las cuestiones 1, 2 y 3 tu método sería emprendedor o activo. Si respondes afirmativamente a las preguntas 4, 5 y 6 deberías elegir un método defensivo. No obstante, hay personas que se encuentran bien combinando los dos métodos.
Lo que nos quería indicar Graham es que el riesgo de nuestras inversiones no es solo financiero sino que también se encuentra en nosotros mismos, en nuestro comportamiento.
Con respecto a la edad, hay una gran cantidad de reglas y teorías que proponen distintos porcentajes de asignación de clases de activos en función de la edad. Por ejemplo exsite una regla muy básica que consite en restar la edad que se tiene a 100 y aplicar ese porcentaje a acciones,. Zweig comenta que es característico de Graham no mencionar la edad a la hora de repartir los activos en la cartera y nos pone un par de ejemplos:
- Una anciana de 89 años con un patrimonio de varios millones de euros, una magnífica pensión y una bandada de nietos que destina la mayor parte de su dinero a obligaciones cuando lo podría tener invertido con un mayor porcentaje de acciones, las cuales heredarían sus nietos que tienen por delante décadas de inversión, y
- Un joven de 25 años que está ahorrando para su boda y para la entrada del piso y que estaría loco de remate si pusiera todo lo que ahorra en acciones. Si el mercado se desploma no tendrá ingresos para cubrir esas pérdidas y, como dice Zweig, ni para cubrir sus espaldas.
Podríamos entonces concluir, en base a lo expuesto por los autores mencionados, que la situación y las características del inversor determinarán la composición y el estilo de inversión de su cartera pero, la edad no tiene por que ser determinante.
1 Para más información sobre la distinción entre inversión física e intelectual difícil, por una parte, y la inversión emocionalmente difícil, por la otra, ver capítulo 8 de El Inversor Inteligente y también Charles D. Ellis, «Three Ways to Suceed as an Investor», en Charles D. Ellis y James R. Vertin, eds., The Investor’s Anthology (John Wiley & Sons, 1997), pág. 72.
Bibliografía
Graham, B., (2019). Política de cartera general: El inversor defensivo. En El Inversor Inteligente. Ediciones Deusto. Barcelona.